Hola mi nombre es Moreila y soy del Hatillo, un barrio que se creó hace 12 años en Ocaña, Colombia con el objetivo de proporcionar viviendas a personas de bajos recursos. A lo largo de los años, a nuestro barrio han llegado personas migrantes que se han sido cercanas a las acciones comunales.
El barrio es cerrado, tiene solamente una entrada y una salida. Se caracteriza por sus abundantes áreas verdes y gente muy colaboradora. Además, cuenta con lugares donde podemos relajarnos y disfrutar de un ambiente diferente. No obstante, existe un problema en un lugar específico llamado ‘el puente’, que ha sido utilizado para cometer robos, lo que ha generado una sensación de inseguridad en esa área.
Con mi familia llegamos hace seis años, ocupando un terreno baldío del barrio, a causa del desplazamiento. Fue una experiencia muy dura porque nos tocaba dormir con plástico, las poquitas cosas que teníamos se nos mojaban y la niña se enfermaba. En ese entonces yo tenía 18 años y vivía de forma independiente con mi pareja.
Aunque el apoyo de la familia nos ha servido para estar más estables, el desplazamiento forzado se debió a que fuimos obligados a salir, ya que un grupo armado quería reclutar a mi esposo en nuestra antigua comunidad, por lo que decidimos partir de allí y buscar refugio en este barrio. No todos los casos de migración son iguales, hay persona que deben salir por temas de violencia. Es un proceso muy difícil, es complicado adecuarse, adaptarse a un lugar que no conocíamos, es conocer una nueva comunidad. Han pasado ya seis años y aún recuerdo con temor lo que vivimos en aquel entonces.
Sobre la migración de las personas venezolanas, la mayoría han recibido colaboración de la comunidad. No hemos tenido mayor conflicto, aunque reconozco que hay personas que siento que están haciendo las cosas mal, pero considero que no han tenido el chance de demostrar sus habilidades y darse a conocer. En la comunidad nos hemos estado esforzado por ofrecer más actividades en las que participemos todas las personas en general: bailo terapia, huertas caseras, composteras orgánicas.
Además, hemos pintado un mural junto con niñas y niños. Todas estas actividades nos han servido para unirnos como barrio, porque antes no lo éramos. La verdad, participar en el proyecto ELLA ha sido clave en este proceso, porque nos logró unir como comunidad, antes estaba muy dividida. Al inicio nuestras convocatorias no tenían una gran asistencia, pero, con la ayuda del proyecto, obtuvimos el impulso necesario para creer en nosotras mismas y en nuestra capacidad de trabajar unidas. Fue como una chispa que encendió la colaboración en la comunidad.
Al principio tuvimos la idea de crear un grupo de WhatsApp, así que fuimos de casa en casa, solicitando los números de las personas que viven en el barrio, armamos el grupo y a través de él, compartíamos información de todas las actividades que íbamos a realizar, como bailo terapia, partidos de fútbol, jornada de aseo, limpiar la carretera principal, etc. En un comienzo, las personas no quisieron unirse, porque no creían que fuéramos a trabajar en el barrio. Sin embargo, con las personas que comenzamos, iniciamos la jornada de limpieza y luego realizamos la limpieza del lote de la iglesia e hicimos los campeonatos para las niñas y niños.
Con constancia, la comunidad empezó a ver que era real, que teníamos un horario, la gente nos creyó, y empezaron a inscribirse. Actualmente, tenemos 60 niñas y niños en nuestros entrenamientos. Recientemente, organizamos el primer campeonato, y ya hemos competido con otros equipos aledaños al barrio, entonces se han animado muchísimo con esto.
Las bailo terapias comenzamos con seis personas, ahora ya vamos con 20. En cuanto a las danzas, comenzamos solo mi pareja y yo, pero ahora ya somos ocho personas trabajando juntas en las coreografías. En las bailo terapias, por ejemplo, se abre espacios para hablar sobre dudas que se tiene con relación a los derechos sexuales y reproductivos, entonces poco a poco se va soltando el estigma que tienen las personas sobre este tema, allí el proyecto fue muy importante, porque nos han dado la información y orientado sobre nuestros derechos sexuales y reproductivos y, de esa manera, orientar a más personas de la comunidad.
En el caso de las mujeres, muchas veces no se les permite tomar decisiones sobre su planificación familiar, ni sobre si desean o no tener relaciones sexuales. Es un tema más complejo para ellas, ya que el miedo a la violencia las lleva a decir “sí” a todo. En mi comunidad, veo que muchas niñas también enfrentan el desconocimiento sobre sus derechos sexuales y reproductives. Es un tema que debemos abordar en colectivo. Gracias al trabajo con ELLA, hemos podido ayudar a las mujeres a desarrollar sus capacidades, a recuperar sus sueños y a ser reconocidas en la sociedad.
Aún tenemos muchos retos, especialmente con las niñas, debemos seguir trabajado en su confianza y en sus derechos. Igualmente, con PLAN, han podido trabajar en sus proyectos de vida, pensando más allá de una vida en familia, buscando que ellas puedan volver a soñar y ser mucho más importante de lo que ya son.
Por otro lado, y sin decir que es menos importante, debemos abordar el problema de la drogadicción, ya que vemos un amplio consumo de drogas entre los adolescentes, quienes se ven tentados a consumirlas. Queremos seguir trabajando en actividades, que permitan a cada persona potenciar sus habilidades, ya sea en el deporte o arte, de manera que desde estas acciones podamos también fomentar nuevos conocimientos que ayuden a alcanzar sus metas.
Ser una líderesa implica superar muchas barreras, que las personas te cuestionen, que no te crean o que digan que el hombre es quien lidera o quien tiene el ‘perrenque’ [coraje] de hacer las cosas. Sin embargo, me he propuesto demostrar que las mujeres también podemos liderar. Aquí en el barrio, me considero una líder y he aprendido a enfrentar las necesidades de la comunidad, aunque aún me queda mucho por aprender. Solía ser una persona muy reservada y no participaba mucho de las actividades porque prefería ser invisible.
Sin embargo, me he dado cuenta de que me gusta ayudar y servir a la comunidad. He dejado atrás el estigma de que solo los hombres pueden liderar o tener un rol de poder, ahora hay más mujeres que nos colaboran y son lideresas.
Cuando participaba de las secciones del proyecto ELLA, yo trataba de opinar lo menos posible, no quería que las personas se burlaran de lo que decía, pero a medida que me integraba a este espacio, me interesaron mucho los temas que se trataban y empecé a participar más activamente. Al finalizar las actividades, comenzamos a trabajar en iniciativas comunitarias. Fue en ese momento cuando me involucré aún más, por ejemplo, asumí la responsabilidad de crear los grupos de WhatsApp, y a medida que fui visitando a las personas, me fui integrando más con la comunidad.
Poco a poco nos fuimos enterando de las problemáticas que enfrentaban las personas, lo que despertó en mí la necesidad de ayudar y crear espacios que nos beneficiaran. En ese momento, sentí la necesidad de ayudarles, me di cuenta de que tenía que servir a la comunidad porque era lo que me gustaba. Comencé a abrirme un poco más, ya no siento la pena (vergüenza) que solía sentir por lo que los demás pudieran decir. Me he dado cuenta de que tengo la capacidad de expresar mi opinión.
Espero que mi comunidad sea reconocida como un lugar pacífico, que se deje de estigmatizar al barrio como un lugar peligroso, quisiera que se lo reconozca por sus paisajes y que se promueva la cultura local, quiero que nuestra comunidad muestre su capacidad y que sea valorada. En cuanto a mi futuro, quiero seguir viviendo y percibiendo los sentires de la comunidad, que es lo que me ha gustado, y que la comunidad supere los estigmas que tiene. Quiero ser una persona que lidere y ayude a más personas, quiero ser un ejemplo para mi hija, quiero terminar mi carrera y empezar a buscar nuevos horizontes.