¡Hola!, soy Daniela y tengo 15 años. Me gustan los libros de historias, como el Diario de Ana Frank y las películas que destacan la valentía de niñas y mujeres. Una película que me gusta mucho es “La teniente O’Neil”, porque narra la historia de la primera teniente en la marina de los Estados Unidos, que desafió el entrenamiento militar. Además, tengo una gran admiración por mi madre. Ella no sólo se encarga de la familia y de trabajar para mantenernos a todas, sino que también persigue sus sueños. Admiro su tenacidad frente a las circunstancias que surgen, su lucha y determinación para salir adelante.
A pesar de ello, desde que comencé la secundaría, a los 11 años, me di cuenta de que vivía en un ambiente machista, donde tanto hombres como mujeres creen que las niñas y mujeres no somos capaces de hacer lo que nos proponemos, por más que tengamos los mismos derechos y capacidades que los hombres. Incluso en mi entorno familiar, se piensa que las mujeres solo nacen para casarse y ser madres. Aunque se acepta que también podemos trabajar, las mujeres que tienen empleo son duramente criticadas.
Estas dinámicas familiares me hicieron pensar en la necesidad de generar cambios en las formas en que ellas y ellos perciben a las mujeres. Tiempo después, una amiga a quien le ayudo con las tareas, me comentó que en el barrio estaban haciendo una charla sobre los derechos de las mujeres por una organización llamada PLAN. Eso me llamó la atención, así que decidí ir y, me gustó mucho lo que escuché. Desde entonces, continué yendo a estos espacios. Nunca antes había visto una organización que se acercara a nuestro barrio para hablarnos sobre nuestros derechos.
En estos encuentros con el proyecto ELLA, he aclarado muchas dudas que tenía sobre los derechos de las niñas y de las mujeres. He aprendido sobre las leyes, las entidades responsables de garantizarlos y también, cómo protegerlos.
Así mismo, estos espacios me han sensibilizado sobre la situación de las personas migrantes, especialmente de niñas y mujeres, quienes tristemente no reciben un trato justo. No tienen trabajos dignos, ni acceso a alimentos, vivienda o educación. Por tanto, debemos buscar que ellas puedan acceder a los mismos derechos que tenemos las colombianas. Gracias a estas reuniones, ahora soy consciente de que en mi comunidad no se están garantizando los derechos básicos, como vivienda digna, seguridad social y educación, independientemente si eres migrante o no.
Asistir a estos talleres del proyecto ELLA me ha dado fuerzas e ideas para continuar mi labor comunitaria en otros espacios. Por ejemplo, lidero una iniciativa en la iglesia donde reúno a casi 60 niñas y niños a realizar actividades lúdicas y deportivas. Allí aprendemos a mejorar la convivencia con nuestras familias.
Asimismo, me dedico a ayudar a mis amigas y a niñas de mi barrio con las tareas del colegio. Aprendí esto de una vecina que me brindó apoyo en su momento, y ella ha sido un ejemplo para mí. Ha desafiado la tradición familiar al continuar sus estudios y demostrar su inteligencia. Me permitió resolver muchas dudas académicas, por lo que me gusta replicar lo que me enseñó con las niñas que se acercan a mí en busca de ayuda escolar.
Siento que ahora soy un modelo a seguir para mis primas y amigas del barrio y colegio debido a mi forma de pensar. Aunque todavía tengo un largo camino por recorrer para alcanzar mis metas, creo que ellas ven en mí una mujer con mentalidad diferente en cuanto a las tradiciones y enseñanzas inculcadas en nuestras familias.
En este sentido, procuro ser muy participativa en los eventos a los que voy. Me gusta hablar para que vean que las mujeres tenemos opiniones importantes y que no tenemos que permanecer calladas, que podemos ser lideresas.
Además, los espacios del proyecto ELLA me han servido para ser más crítica, no solo con mi entorno familiar, sino también con las mismas Instituciones. Ahora puedo ver la desigualdad que se fomenta en los colegios, como en las tareas que nos asignan o en los espacios que nos brindan para nuestras actividades recreativas y deportivas. Por ejemplo, en los campeonatos de fútbol, aunque existen torneos para ambos sexos, nosotras tenemos que jugar en una cancha más pequeña, lo cual es injusto, ya que las mujeres también tenemos la capacidad de jugar en la misma cancha que los hombres. Por otra parte, queriendo hacer las cosas distintas a lo que se me han enseñado y, a la línea familiar trazada, mi sueño es convertirme en una mujer militar. Creo que esta carrera requiere de mucha disciplina, esfuerzo y valentía, y esas son cualidades que poseemos las mujeres.
Desde esa posición, puedo demostrar a las mujeres que me rodean, que también podemos lograr todo lo que nos propongamos, y que este trabajo no es exclusivo para los hombres, a pesar de que muchas personas piensen lo contrario. Quisiera que con mi ejemplo se vea que las mujeres tenemos muchas capacidades y que nuestro destino no se limita únicamente a tener hijas o hijos, cocinar para la familia o tener que depender económicamente de un esposo. Por el contrario, podemos salir adelante por nuestros propios méritos, estudiar, trabajar y alcanzar todo lo que deseamos.
En ese sentido, ser madres no debe ser motivo para que las mujeres dejen de luchar por conseguir sus metas. Podemos plantearnos una vida más allá de la familia. Incluso, durante la adolescencia, no debemos normalizar el absorbernos por completo en una relación de noviazgo, descuidando los proyectos de vida importantes que debemos cultivar desde temprana edad para nuestra realización personal.
Me encantaría que el machismo llegara a su fin, ya que, aunque ha disminuido en comparación con el pasado, aún persiste. Mi mundo ideal es aquel en el que las niñas y mujeres tengamos las mismas oportunidades y derechos, más allá de la maternidad o el matrimonio. También, me gustaría que las familias apoyaran a las mujeres que desean salir adelante y que valoren todo lo que hacen por lograrlo.
Mi invitación es a que niñas y mujeres sigan luchando por sus sueños, que se esfuercen y sean valientes, porque tenemos esas capacidades. También las animo a ser constantes y disciplinadas, dejando de lado las críticas y opresiones que buscan mantenernos en un rol tradicionalmente limitado.